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101 SECTORES CON SUS EMPRESAS LÍDERES (hacer click aquí)

 

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ALTERNATIVAMENTE HACER CLICK EN EL SECTOR O SECTORES DE SU INTERÉS DE LA SIGUIENTE LISTA:

 

    Empresas Protagonistas Colombia

    Premium universidades privadas   

 

    SECTORIALES STANDARD

    Hidrocarburos (petróleo)

    Sector gas natural

    Combustibles y lubricantes

    Servicios petroleros

    Sector carbón

    Sector banano

    Cooperativas sector cafetero

    Procesadores y exportadores café

    Sector de la floricultura

    Industria maderera

    Comercio insumos agropecuarios

    Productos pesca y acuicultura

    Azúcar y alcohol carburante

    Molinería de arroz

    Molinería trigo maíz y pastas

    Aceites y grasas comestibles

    Productos lácteos

    Chocolates, confitería y gelatinas

    Sector avícola

    Productos cárnicos

    Alimentación animal

    Industria panificadora

    Pasabocas y conservas

    Bebidas no alcohólicas y cervezas

    Sector licores

    Sector textiles

    Confecciones prendas de vestir

    Comercio confecciones y textiles

    Curtido y preparado de cueros

    Sector calzado

    Bolsos, maletas y accesorios

    Sector papel y cartón

    Industria editorial

    Impresión editorial

    Papelerías y librerías

    Insumos químicos industriales

    Agroquímicos y fertilizantes

    Pinturas, tintas y recubrimientos

    Laboratorios farmacéuticos

    Comercio productos farmacéuticos

    Cosméticos y productos aseo

    Empaques y envases

    Colchones y espumas

    Insumos plásticos construcción

    Productos de caucho

    Productos de vidrio

    Cerámicas, ladrilleras y mármoles

    Cemento, concreto, cal y yeso

    Industrias básicas hierro y acero

    Aluminio y otros no ferrosos

    Sector oro

    Electrónica de consumo

    Insumos y equipos médicos

    Maquinaria pesada y equipos

    Distribuidores automotores

    Concesionarios automotores

    Sector motocicletas

    Autopartes y accesorios

    Sector muebles

    Joyerías, relojerías y esmeraldas

    Cadenas y supermercados

    Mayoristas consumo masivo

    Energía eléctrica

    Acueductos y aseo público

    Obras de ingeniería civil

    Edificación urbana

    Ferreterías y comercio conexo

    Sector telecomunicaciones

    Transporte terrestre

    Sector aerolíneas

    Mensajería y courier

    Operadores logísticos

    Agencias de aduanas

    Agencias de viajes y turismo

    Industria hotelera

    Comidas rápidas y restaurantes

    Alimentación institucional

    Firmas de abogados

    Firmas de auditoría e impuestos

    Consultoría empresarial

    Tecnologías de la información (IT)

    Contact centers y BPO

    Investigación mercados y encuestas

    Publicidad y mercadeo

    Empresas de servicios temporales

    Seguridad y vigilancia privada

    Limpieza y mantenimiento

    Medicina prepagada y EPS

    Cajas compensación familiar

    Servicios hospitalarios y clínicas

    Ópticas y servicios oftalmológicos

    Servicios funerarios y exequiales

    Juegos de azar y apuestas

    Establecimientos bancarios

    Sociedades fiduciarias

    Compañías seguros generales y vida

    Corredores seguros y reaseguros

    Fondos pensiones y cesantías

    Firmas comisionistas de bolsa

    Corporaciones y otras financieras 

 

Jorge Ospina Sardi

 

Las clases políticas elevan a un pedestal el trabajo que realizan. Solo una revolución libertaria puede evitar que sus poderes se desborden y ocasionen retrocesos económicos y sociales.

 

Con desfachatez y cinismo las clases políticas se promueven como salvadoras de la humanidad cuando lo único que las desvela es el beneficio propio. El problema no es esto último porque todos los seres humanos buscan su beneficio. El problema es, por un lado, el discurso que utilizan para encubrir sus egoísmos y codicias y engañar así al electorado. El otro problema es la toma de poderes mas allá de unos limites razonables o justificables. 

 

Quienes laboran en la actividad privada intercambian remuneraciones por bienes y servicios útiles. Si esos bienes y servicios no llenan las expectativas de los compradores entonces incurren en pérdidas o faltantes. Con los políticos eso no aplica. Sus remuneraciones no están sujetas a contraprestaciones específicas. No importan los resultados de sus actuaciones. Da lo mismo incluso cuando lo hacen mal y causan toda clase de perjuicios.

 

Es digno de asombro que la mayoría de los políticos crean que fueron elegidos no para cumplir con “un trabajo” sino para “ocupar un puesto”. Y que eso los sitúa en un plano de superioridad frente al resto de los mortales. Le rinden culto al puesto como tal y no al trabajo que trae consigo. Hay varias posibles explicaciones para que esto sea así.

 

Para mas o menos las tres cuartas partes de los políticos el puesto es lo importante porque desde ahí pueden apropiarse de un botín. Entre mas encumbrado el puesto mayor el botín. Sus fines últimos no son cumplir con tales o cuales responsabilidades, o realizar tales o cuales labores, sino enriquecerse con los dineros y las riquezas que le expolian a los contribuyentes. Van “directo a la yugular”. 

 

Dentro de este grupo de políticos hay unos que por su mayor ambición y carisma se auto ensalzan con la pretensión de constituirse en protagonistas de idolatrías. Pero no son mas que “ídolos de barro” que con el uso de toda clase de tretas demagógicas intentan transformar a sus adeptos en fieles e irrestrictos seguidores. Se endiosan y si exitosos, maximizan sus poderes y por supuesto sus riquezas.

 

Finalmente están los “que hacen la tarea” y que son mas o menos la cuarta parte de los políticos. Estos son los que se esfuerzan por cumplir con los compromisos adquiridos. Son los que intentan rescatar a la política de los abusos, desafueros, excesos y maldades de de los demás políticos. Pero por lo general sus actuaciones no alcanzan para compensar el daño que estos últimos le hacen a la sociedad.

 

Si esta es una visión realista de la política sorprende cómo las poblaciones muchas veces eligen a quienes no les sirven como debería ser, a quienes no hacen el trabajo. La irresponsabilidad de los elegidos se empareja con la ligereza de los electores.

 

 

Una preocupación central en toda sociedad es la de cómo “mantener en el redil” a las clases políticas. Cómo evitar que hagan y deshagan a su antojo con los crecientes poderes que se arrogan. En las actividades privadas las expansiones están limitadas por sus viabilidades financieras y las escaseces de recursos para financiarlas. 

 

En los gobiernos no hay esas restricciones. No solo el bolsillo de los políticos no es afectado, sino que siempre pueden acudir a mas impuestos, mas deudas, mas emisiones monetarias, y a promesas cuyos incumplimientos nunca tienen dolientes. 

 

Le venden a la gente la absurda idea que los gobiernos están en capacidad de solucionar todos los males habidos y por haber cuando la realidad es la opuesta: los gobiernos son generalmente el problema y no la solución.

 

El arte de la buena política consiste en considerar que los gobiernos y las clases políticas que los controlan son un “mal necesario”. Sin embargo, no son necesarios en buena parte de sus roles actuales. Son necesarios en temas relacionados con seguridad y defensa, justicia, relaciones exteriores, obras publicas, regulaciones en áreas críticas o estratégicas, y subsidios a poblaciones muy vulnerables. 

 

Pero pare de contar, porque nunca hay que perder de vista que entre mas restringidos y centrados los gobiernos en sus funciones básicas mas fácil es su administración, menores los males que se derivan de sus chambonadas y abusos en el uso del poder, y mayores los recursos que quedan disponibles para financiar actividades y emprendimientos privados.

 

 

Solo con unas genuinas revoluciones libertarias podrán desenredarse las madejas de intervenciones, controles y regulaciones que han erigido los gobiernos actuales y que constituyen pesos muertos que obstaculizan y entorpecen los avances económicos y sociales.

 

Hay que modificar sustancialmente los regímenes tributarios, implantar una verdadera libertad cambiaria, restablecer una muy estricta reserva bancaria, eliminar los controles estatales a las negociaciones de contratos que sean de naturaleza privada, priorizar el gasto público, eliminar las emisiones monetarias dirigidas a financiar a los gobiernos, mantener permanentes superávits en los bancos centrales, y suprimir trabas al comercio exterior, entre otras políticas.

 

No hay que tenerle miedo a la libertad. Lo que es temible son los desbordamientos de las tributaciones, de los gastos públicos y de las interferencias de todo tipo sobre el diario discurrir de personas y negocios. Sea bienvenido todo lo que limite o impida la natural inclinación o propensión de políticos y burócratas a engrandecer sin recato alguno las esferas de las actividades gubernamentales.

 

Lo que ha probado ser eficaz en este sentido son arreglos constitucionales e institucionales en los que se establece que esas esferas estén delimitadas de tal manera que no puedan extenderse mas allá de lo fundamental. Lo otro, elegir a políticos con incuestionables sesgos libertarios.

 

Y por sobretodo nunca olvidar las implicaciones de lo que dijo el escritor inglés Daniel Defoe por allá a comienzos del Siglo XVIII: “Corre en la sangre de todo ser humano convertirse en tirano si estuviera a su alcance serlo”.

 

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JORGE OSPINA SARDI

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