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Jorge Ospina Sardi

 

La adopción de sus tesis implica mantener en la pobreza a la mitad de la población del planeta y detener el avance hacia el descubrimiento e introducción de tecnologías cada vez mas amigables con el medio ambiente.

 

Estas escuelas se van lanza en ristre contra el progreso económico con argumentos relacionados con la defensa de un planeta que según ellas se encuentra en peligro por las emisiones de combustibles sólidos como el carbón, petróleo y gas, así como otras contaminaciones producidas por los seres humanos. 

 

¿Qué tan inminente es una catástrofe planetaria? Unos hablan de 50 años, otros de 100 años, otros van mas allá. Lo único en lo que hay claridad hasta ahora en este debate es el dogmatismo de quienes ven el final del mundo a la vuelta de la esquina, sin que hasta ahora se hayan cumplido sus apocalípticos pronósticos de aumentos significativos en los desastres ocasionados por un clima hostil.

 

Una característica de estas escuelas es que presentan, como si fueran comprobaciones a sus tesis, cada evento climático extremo que sucede en algún lugar del planeta. El problema es que estos eventos extremos siempre han estado presentes en la vida del planeta Tierra. Ciclones, tornados, altas y bajas temperaturas, inundaciones, sequías y muchos otros, han sido fenómenos recurrentes en el planeta a todo lo largo de sus miles de millones de años de existencia. 

 

Sin embargo, ahora todo fenómeno considerado “extremo”, hasta incluso unas simples tormentas, son atribuidas a lo que llaman “cambio climático”, sin que para esos eventos específicos haya la mas mínima comprobación científica sobre las causas. Con la ayuda de unos medios de comunicación cómplices con los inmensos intereses económicos políticos que se lucran con el tema, absolutamente todo lo que sucede con el clima obedece al “cambio climático”. 

 

Para una población ignorante sobre un tema tan complejo como es este del clima, que depende de una infinidad de variables entre las cuales están las corrientes marítimas y los ciclos solares, nada mas fácil que atribuir sus variaciones a esa hueca expresión “cambio climático”. Hace calor y eso es por el “cambio climático”, hace frío y eso es por el “cambio climático”, cae un rayo y eso es por el “cambio climático”, hay un incendio y eso es por el “cambio climático”, hay un derrumbe y eso es por el “cambio climático”. 

 

Los daños que causan unos fenómenos climatológicos extremos que siempre han existido, y que podrían atribuirse a improvisaciones y falta de previsiones por parte de los gobiernos y poblaciones, han encontrado la perfecta excusa: el “cambio climático”. 

 

 

Por lo menos la mitad de la población del planeta, si bien ha elevado en los últimos dos siglos sus estándares de vida, está todavía lejos de alcanzar niveles mínimos deseados. El llamado “efecto demostración” hará que sus aspiraciones sean las de al menos aproximarse a los niveles medios de las poblaciones mas prósperas. 

 

En el caso de lugares como China, India, África y América Latina, los niveles de desarrollo se encuentra en etapas cuyos procesos económicos son relativamente contaminantes. No parecería políticamente viable negarles a sus poblaciones posibilidades de avance económico, con argumentos como el de detener el “cambio climático” para salvar el planeta en el que van a vivir sus tataranietos. 

 

Son principalmente los niveles superiores de cultura y capacidades administrativas que traen consigo los progresos económicos los que elevan la conciencia ecológica, posibilitan un mejor manejo de los recursos naturales y abren un abanico de alternativas financieras para lograr resultados concretos en este frente. 

 

Las escuelas de pensamiento ecológico no perciben que la mayor esperanza que tiene el planeta para su salvación es precisamente el progreso económico. No solo porque lleva a una mas racional utilización de los recursos naturales y a la adopción de controles voluntarios que limitan el crecimiento de las poblaciones, sino porque, gracias a la riqueza que crea, proporciona los medios que se requieren para investigaciones e introducciones de tecnologías cada vez mas amigables con el medio ambiente.

 

Estas escuelas de pensamiento ecológico simplemente extrapolan lo que sucedería si a los volúmenes actuales de producción y consumo de bienes y servicios se le adicionan mas de lo mismo, sin tener en cuenta eventuales cambios a futuro en los conocimientos científicos y en las tecnologías disponibles. Pero bien sabemos que los avances científicos y tecnológicos van casi en progresión geométrica en aquellos entornos capitalistas expansivos caracterizados por aceleraciones en las intensidades rítmicas de las economías. 

 

De manera que si continúa la trayectoria actual de progreso económico en esos entornos capitalistas, habrá transformaciones de fondo en los procesos económicos, incluidos aquellos que tienen que ver con con la generación de fuentes de energía. Así se vislumbra con fuentes alternativas como la fusión nuclear y el uso del hidrógeno que se anticipan como poco contaminantes. Seguramente en un no muy lejano futuro se utilizarán estas fuentes u otras aún no descubiertas que abaratarán el suministro de energía y permitirán reducciones importantes en emisiones de combustibles sólidos. 

 

Pero para que haya una transformación hacia procesos económicos mas eficientes y por lo tanto menos contaminantes, se requiere evitar estancamientos o retrocesos en la intensidad rítmica de las economías, que es lo que sucedería si se acogen las propuestas de los ecologistas radicales. Esos estancamientos solo lograrían inmovilizar experimentaciones y frenar la búsqueda de alternativas menos contaminantes de producción y consumo. 

 

 

Plantear, como lo proponen estas escuelas de pensamiento ecológico, que la salida a los problemas de contaminación es abandonar el capitalismo y sus libertades económicas y políticas, sin especificar siquiera qué lo reemplazaría, es un acto de inmensa arrogancia e irresponsabilidad intelectual.

 

Los mas entusiastas promotores de estas escuelas pertenecen al espectro izquierdista de la política. Perdieron la batalla con el capitalismo sobre resultados económicos y políticos, entonces denigran del progreso que ese capitalismo ha traído en distintos lugares con el argumento que destruye el planeta a través del “cambio climático”. 

 

No se detienen a analizar las perspectivas prometedoras que se le abren a la humanidad gracias a los logros científicos y tecnológicos que solo florecen en entornos capitalistas expansivos. 

 

Abandonar el capitalismo implica echar por la borda no solo las posibilidades de progreso de la mitad de la población del planeta que va a la zaga en condiciones de vida, sino frustrar ese sueño de lograr soluciones a carencias y escaseces con el uso de tecnologías cada vez mas avanzadas y cada vez menos contaminantes. 

 

Lo que proponen estas escuelas de pensamiento ecológico es irreal porque la humanidad continuará soñando y actuando en función de mejorar su situación material y espiritual específica. No renunciará de buenas a primeras a sus aspiraciones de alcanzar nuevas y mas ambiciosas metas, en lo que el capitalismo ha demostrado con creces ser el mejor catalizador posible. 

 

Se trata de un impulso muy de la naturaleza humana que impele hacía la búsqueda sin tregua de mundos que ofrecen mejores condiciones de vida y que amplían la gama de alternativas para manejos razonables de temas complejos relacionados con la ciencia y la tecnología. Mundos que poco o nada tienen que ver con aquellos restringidos y altamente burocratizados que proponen las actuales escuelas de pensamiento ecológico.