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Jorge Ospina Sardi
 
Las políticas que promueve la izquierda latinoamericana son las mismas de hace 70 años. Sus pronunciamientos y slogans no han variado en lo mas mínimo.
 
La izquierda latinoamericana es hoy en día partidaria del mismo tipo de estatismo asfixiante que impulsara cuando estalló la Revolución de Cuba a finales de los años cincuenta. Para la mayoría de los ideólogos de esta izquierda siguen vigentes las tesis marxistas y comunistas que estuvieron tan de moda en los años sesentas y setentas. Nunca se dieron por enterados de la caída del Muro de Berlín.

Para esta izquierda el estatismo es la solución a todos los males. En el fondo de lo que se trata es de centralizar en el gobernante de turno todos los poderes habidos y por haber. A ese gobernante hay que endiosarlo hasta extremos que envidiarían los mas absolutistas sátrapas de la Antigüedad.

Dictadorzuelos de todas las pelambres y para todos los gustos son los que al final de cuentas surgieron bajo la acción política de esta izquierda latinoamericana, todos ellos dados a coartar las libertades básicas de la población con toda clase de regulaciones en el área económica y con abusos de autoridad frente a la oposición y a los medios de comunicación.

Separación de poderes públicos solo en lo formal. El objetivo ha sido el total sometimiento a la voluntad del gobernante de los sistemas judiciales, y de congresos y asambleas.

Esta izquierda le interesa muy poco la creación de nueva riqueza y por el contrario, se concentra en la expoliación de los recursos ya existentes. Las migajas de esa expoliación se han destinado a financiar un obsoleto e improcedente asistencialismo que lo único que ha generado es una mayor dependencia de grupos de la población en los favores gubernamentales.

Pero el grueso del botín ha ido a parar a los bolsillos de los gobernantes y sus familias, así como al de sus círculos de testaferros y amigos. Se trata de un enriquecimiento ilícito con pretensiones de “legalidad” porque dizque se hace bajo la fachada de causas populares.
 
Las reglas de juego son para violarlas según el humor y el capricho de los gobernantes de turno. La eficiencia ha dejado de ser el criterio determinante en la asignación de los recursos productivos. El favoritismo político y el amiguismo, en lugar del mérito profesional o el esfuerzo laboral, son los que cuentan a la hora de los ascensos y promociones.

La reinversión y el mantenimiento del stock de capital existente han desaparecido de la escena. Las fuentes de ahorro público son utilizadas en la satisfacción de las necesidades presentes. En general, se trata de una confabulación de distintos interesados para saquear la riqueza existente sin consideración alguna a su conservación y mucho menos a su aumento.

Entre los empleados públicos, entre la academia de universidades públicas, entre los sindicatos, y entre grupos de la población adictos a recibir prebendas públicas de todo tipo sin contraprestación productiva alguna, se encuentran los principales apoyos de esta izquierda

Se trata de una izquierda sinvergüenza que dilapida el stock de capital a cambio de gratificaciones en el presente. Ninguno de los países latinoamericanos gobernado por esta izquierda está en mejores condiciones económicas que cuando llegó al poder.

Algunos como Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina, se beneficiaron de bonanzas sin precedentes en los precios internacionales de productos básicos de exportación durante 2004-2008 y luego durante 2010-2013. Pero una vez terminadas estas bonanzas han salido a relucir en forma dramática lo poco o nada que se sembró durante los años gozosos.

No hay un solo país gobernado por esta izquierda que pueda ser presentado como ejemplo en las comparaciones internacionales de superación de la pobreza y de ascenso en los indicadores sociales. Ninguna de las promesas de las campañas políticas se han vuelto realidad, excepto para pequeños grupos de oportunistas que están enchufados a los contratos y a los favores de los gobiernos.

Una de las mas costosas consecuencias de los gobiernos de esta izquierda, y que constituye un lastre para el futuro de América Latina, es sin duda la propagación de ideas altamente hostiles a la creación de nueva riqueza. Se le ha vendido a las poblaciones que el sistema capitalista es “injusto” y causante de pobreza.

Lástima grande la difusión de estas ideas, porque la humanidad no ha conocido formas alternativas para impulsar el progreso económico y salir de la pobreza que la implantación de sistemas capitalistas basados en la libertad de mercados y en el respeto a la propiedad privada. En lugar de perfeccionar y democratizar al capitalismo, lo que se ha propuesto esta izquierda es desfigurarlo hasta destruir sus fundamentos, sin los cuales pierde su función central como generador de riqueza y de oportunidades de empleo crecientemente productivo.
 
A lo anterior se agregan permanentes campañas publicitarias que atribuyen el subdesarrollo a factores exógenos en lugar de factores relacionados con la organización y el esfuerzo propio. El estancamiento económico se debe, según los gobernantes de esta izquierda, a un permanente “saboteo” por parte de enemigos externos y sus agentes internos y no al despilfarro y malversación de los recursos ocasionados por la adopción de contraproducentes políticas económicas y por las ineficaces administraciones de sus gobiernos.    

Se trata, en últimas, de una izquierda destructiva, polarizadora, y mentirosa en sus explicaciones y justificaciones. Una izquierda que repite sin cesar lugares comunes y clichés que surgieron en un remoto pasado, en condiciones políticas y económicas muy diferentes a las actuales. Una izquierda sin imaginación para modernizarse.

Una izquierda que no se desvela en lo mas mínimo con las funestas consecuencias de sus políticas intervencionistas y con la inmensa corruptela que propicia a su alrededor. Una izquierda que se caracteriza por el gran cinismo con el que usa y abusa del poder que ostenta.

Una izquierda, en fin, que tuvo su cuarto de hora con la bonanza de los precios de los productos básicos, pero que lo desaprovechó para infortunio de los varios países que ha gobernado. Una izquierda patética conformada por unos personajes que tiemblan y se estremecen, no ante la posibilidad de una invasión de los Marines, sino ante la eventualidad de una pérdida de sus visas para ingresar a Estados Unidos y no poder hacer 'shopping' en Miami.