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Los "inversionistas" de las pirámides y de DMG han culpado al sector financiero institucional por todo lo que ha pasado con ellos. También columnistas de opinión prominentes y menos prominentes han expuesto la peregrina tesis de que los bancos son los culpables por el surgimiento de las pirámides. Todos ellos están muy equivocados.
 
El sector financiero institucional colombiano paga unos altísimos impuestos, no solamente al gobierno nacional sino también a los otros niveles de la administración pública como por ejemplo los municipios. Es el único sector que no evade o elude impuestos. Está sometido a encajes que son un impuesto adicional. Le recauda al gobierno nacional el impuesto del 4 por mil (muchos creen equivocadamente que este es un impuesto a favor del sector financiero). Y como si lo anterior fuera poco, tiene que acogerse a unos elevados requerimientos de capitalización, supuestamente para atender las épocas de las vacas flacas.

Pero ahí no para el cuento. El sector financiero y sus directivos están sujetos a una muy estricta legislación en cuanto al ejercicio de sus actividades. Cualquier mal manejo del ahorro del público está tipificado como delito grave. Uno de esos delitos es el de servir de canal para el lavado de dinero.

Buena parte del papeleo que tiene que sufrir su clientela se debe precisamente a las exigencias impuestas por el gobierno en su quijotesca lucha contra el lavado. Otra parte tiene que ver con un régimen cambiario repleto de requisitos absurdos de información. Y otra con requerimientos de información tributaria para el gobierno.

La verdad, entonces, es que la actividad financiera institucional es la más regulada de todas las actividades del país. Y esa regulación implica un sobre costo significativo no solamente para la clientela sino también para las mismas entidades.

Con un sector así de regulado es imposible evitar que prospere la informalidad en una economía como la colombiana donde por lo menos el 70% de la población es de una mediana o baja sofisticación en cuanto a conocimientos financieros. Esa intrincada regulación, y la tramitología y papeleo que revierte sobre su clientela, no es un invento de los bancos. Todo eso es un invento del gobierno que progresivamente y de manera abusiva ha ido aumentando sus controles sobre las finanzas de individuos y empresas, entre otras para recaudar más impuestos. Es el gobierno el que ha forzado al sector financiero a servir de instrumento en ese creciente control. Y como "premio" le cobra los más altos impuestos que se pagan en el país.

Muchos se han escandalizado con las utilidades recientes del sector financiero. Pero es sabido que las utilidades de estas entidades no son tan altas en términos de retorno del capital y sólo se dan cuando la situación económica es buena. Se esfuman y se convierten en cuantiosas pérdidas cuando se presenta una crisis sistémica. La experiencia actual con el desplome de las principales entidades financieras del planeta, así como la crisis que vivió el sector financiero colombiano a comienzos de la actual década, confirman la vulnerabilidad de este sector a los vaivenes de la economía.