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Lo primero que hizo su gobierno fue sacar a Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y luego le ha impuesto toda clase de trabas al comercio fronterizo.
 
La CAN llevaba casi 40 años de existencia cuando Chávez sacó a su país de la organización. En la CAN se había llegado a un libre comercio entre los países miembros (Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú) y se había construido una institucionalidad para resolver conflictos comerciales y de otra índole, incluidos  los de frontera. Todo ese esfuerzo integracionista de varias décadas Chávez lo echó por la borda de un plumazo.

Posteriormente, de manera unilateral su gobierno decidió no comprarle ciertos bienes a Colombia, como por ejemplo vehículos automotores, con gran perjuicio para los trabajadores colombianos. Posteriormente señaló que iba a prohibir todas las importaciones provenientes de Colombia e hizo un show con la Presidente de Argentina Cristina Fernández de Kirchner en el cual ambos mandatarios públicamente indicaron que ese país le proveería a Venezuela los productos que Colombia le estaba exportando.

Se trató de un acto hostil de Argentina para con Colombia, gratuito desde todo punto de vista porque los colombianos siempre han tratado con respeto y cordialidad a los argentinos. Pero Cristina Fernández actúa como marioneta de Hugo Chávez cuando se trata de apoyarlo en sus peleas en estas latitudes. Toma partido a la ligera en un conflicto que poco o nada tiene que ver con ella y con su país.  

La verdad sea dicha, Argentina no tiene capacidad de reemplazar a Colombia en casi nada en materia de exportaciones a Venezuela. Ni tampoco sus empresarios estarían dispuestos a esperar casi un año para recibir de CADIVI el pago de sus exportaciones. A pesar de Hugo Chávez, los empresarios colombianos han tenido éxito exportándole a Venezuela porque conocen a fondo al país vecino, tienen nexos comerciales muy establecidos, son competitivos y la cercanía ayuda, y se las han arreglado para superar los sobre costos implícitos en lidiar con un gobierno corrupto y arbitrario. Las exportaciones colombianas a Venezuela han aumentado, además, porque Chávez con sus políticas ha destruido el sector productivo de su país. Venezuela cada vez importa más de lo básico y depende de manera creciente de un solo producto, el petróleo.  

Mientras tanto Hugo Chávez se desparrama en verborrea sobre la “integración” de los pueblos de la región. Después de 10 años de gobierno y luego de ser testigos del golpe que le asestó a la CAN y de las amenazas de cierre total del comercio cada vez que le da una “pataleta”, los colombianos ya se han formado una idea del significado que Chàvez le asigna a la palabra “integración”. La primera condición de esa “integración” es la de servir de idiota útil de Chávez (como en el caso de Cristina Fernández) y la de subordinarse a los objetivos geopolíticos del gobierno de Venezuela (y de su aliado el gobierno de Cuba). A cambio de esta “integración”, algunos galones de gasolina barata y unos dólares sin supervisión (y que van a engrosar los bolsillos de los gobernantes títeres, como en el caso de Nicaragua).

La verdadera integración, la basada en el principio de no intervención en la política interna de los países, en la libertad de movimiento de bienes y personas, y en un amplio intercambio cultural, nada tienen que ver con la “integración” a la Chávez. En esa “integración”, el sector privado y la sociedad civil son convidados de piedra. Se trata de una “integración” entre funcionarios públicos con ideología afín, que se la pasan viajando y haciendo “cumbres”, como si eso le trajera prosperidad a sus empobrecidos países.

La verdadera integración, por el contrario, es la que crea un entorno propicio para la unión de esfuerzos productivos y la creación riqueza. Es la que, al final de cuentas, hacen los pueblos sobreponiéndose a los conflictos inventados por los políticos y a las ineficientes iintervenciones de los burócratas gubernamentales.