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Jorge Ospina Sardi

 

Su invasión a Ucrania ha sido desastrosa. ¿Cómo es posible que el líder de un país tan importante se haya equivocado de la manera como lo hizo? Enredado en sus propios errores, se teme por las locuras que podría hacer a continuación.

 

‘Hubris’ es un concepto griego que significa desmesura, presunción o arrogancia. “Alude al ego desmedido, a la sensación de omnipotencia, al deseo de transgredir los límites que los dioses inmortales impusieron al ser humano frágil y mortal”. Muchos gobernantes, militares y empresarios lo han padecido o lo padecen.

 

En este caso de la invasión rusa a Ucrania se podría decir que ‘hubris’ significa subestimar al enemigo y sobrestimar las capacidades propias. Desde el punto de vista de Putin es perder contacto con la realidad desde un puesto de responsabilidad. Es confianza exagerada en sí mismo, imprudencia e impulsividad (ver “El Síndrome de Hubris. El ego sobre dimensionado”, FEUSO).

 

 

Todos los analistas coinciden en afirmar que la resistencia ucraniana a la invasión rusa ha sido valerosa y heroica. Que los rusos han fracasado en su intento de tomarse la capital Kyiv (o Kiev) y otras importantes ciudades. Que la invasión ha unido a los ucranianos y ha despertado en ellos un gran sentimiento de sacrificio y resolución en la defensa de su país. 

 

Putin pensó que en dos o tres días el gobierno de Volodímir Zelenski caería y asunto resuelto, lo que no parece que sucederá en el cercano futuro. Sus “invencibles” ejércitos harían la tarea en unos pocos días, así hubiera alguna resistencia. Esta proyección no se ha dado. Sus ejércitos han cometido errores de estrategia que sorprenden si se los coteja con la fama que tienen. 

 

Ucrania es un país grande de 604.000 kilómetros cuadrados y 44 millones de habitantes. Una invasión convencional como la planteada por los rusos requiere de un muy abundante pie de fuerza y al lado de eso, de un apoyo logístico considerable (reposición de municiones y armamentos, repuestos, alimentos, y otros). 

 

Que Putin y sus generales consideraban que el tema se resolvería rápidamente se deduce de su falta de planeación para evitar los agudos problemas de logística que han enfrentado sus tropas desde el tercer día de la invasión. 

 

 

Luego está el tema de las sanciones económicas a Rusia por parte de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia y otros países. Da la impresión que Putin se la jugó a que los países de la Unión Europea mas los adicionales como Estados Unidos que hacen parte de la OTAN, no se unirían en la imposición de sanciones realmente significativas. Al final de cuentas, esas fuertes sanciones no se dieron cuando en 2008 invadió a Georgia y cuando en 2014 le arrebató Crimea a Ucrania.

 

Pero esta vez no se repitió la historia. Todos los países pertenecientes a la OTAN se unieron con sanciones económicas muy fuertes que afectarán en forma significativa a la economía rusa. En su reunión con los empresarios “oligarcas” de su país para anunciarles la invasión, Putin les dijo que no se preocuparan, que la invasión no incidiría mayormente en sus actividades a nivel global.

 

Pues a los oligarcas rusos se les vino el mundo encima con las sanciones ya impuestas por la comunidad internacional que implican toda clase de congelamientos de fondos depositados fuera de Rusia y de prohibiciones y limitaciones para negociar y realizar transacciones de todo tipo.

 

 

En términos geopolíticos, Putin no ha hecho sino quejarse de la supuesta amenaza que representa la presencia de la OTAN en los países vecinos de su frontera occidental (como los países Bálticos, Polonia, Hungría, y Rumania). De hecho, el intento de Ucrania para ingresar a la OTAN fue uno de los argumentos que utilizó para justificar la invasión. 

 

Putin está impregnado de esa visión geopolítica paranoica de la Guerra Fría según la cual su país todo el tiempo vive amenazado por un “Occidente” que busca destruirlo. Considera la expansión de la OTAN como un indicio de que esa amenaza es real y creciente. 

 

Pero la pregunta relevante es quién se atrevería a atacar a una potencia militar nuclear como Rusia. ¿Quién estaría interesado en hacerlo? Nadie. Las consecuencias serían atroces. Se pondría en peligro la supervivencia misma del planeta. 

 

Por otro lado, las arbitrariedades y los abusos de Rusia sobre sus vecinos, han sido el detonante para que ellos busquen el paraguas de la OTAN y evitar así convertirse en víctimas de agresiones como la invasión a Ucrania.

 

Lo que ha conseguido Putin con la invasión es lo opuesto a sus objetivos geopolíticos. La presencia militar de la OTAN en los países vecinos se ha fortalecido y los presupuestos de defensa de Alemania y de otras potencias occidentales aumentarán. Una OTAN mas unida que nunca. La alianza de países “occidentales” mas sólida que nunca.

 

 

La pregunta que todos se hacen es qué pasa si efectivamente Putin fracasa en su empeño de tomarse a Ucrania. Según el artículo citado arriba de EUSO, entre los síntomas que puede producir el mal de ‘hubris’ es la desolación, rabia y el rencor que se produce con la pérdida de popularidad. 

 

El fracaso de Putin en esta aventura podría ser el comienzo del fin de su liderazgo. El costo de esta decisión es absurdamente alto para los ucranianos, para los rusos, para los europeos y para el resto de países del planeta. Muchos se preguntan qué lo indujo a embarcarse en semejante aventura.

 

El no haber medido las consecuencias parece ser el resultado de una forma de gobernar que es la propia de un dictador relativamente aislado, rodeado de personas que le celebran todas sus ocurrencias y que no lo contradicen en nada. 

 

Aparentemente Putin odia a los demócratas pro-europeos que en 2014 se tomaron el poder en Ucrania, luego de derrocar a su títere. Quien quiera informarse mas sobre esto ver el documental de Netflix “Winter on Fire: Ukraine’s Fight for Freedom”. 

 

Por lo visto le genera un gran temor la existencia de una democracia tipo occidental en su vecina Ucrania. Este temor fue igualmente evidente en 2008 cuando invadió a Georgia y depuso a un gobernante que era pro-europeo. 

 

 

Pocos jóvenes y mujeres en la cúpula de poder del Kremlin. Cero “circulación de la élites” en la Rusia de las últimas décadas. Los mismos con las mismas durante años y años. A lo que se agrega el ego del dictador. En esas condiciones, inevitable un ‘hubris’ que está ocasionando inmensos daños y perjuicios y que no se sabe cuándo y cómo pueda detenerse o aplacarse.