Jorge Ospina Sardi
Muchos analistas andan completamente desubicados sobre los antecedentes y la naturaleza de las políticas económicas implementadas por Donald Trump al inicio de su segundo mandato.
El tema es uno no tan complicado pero estos analistas están enceguecidos por sus sesgos ideológicos y sus odios hacia el personaje. Se les ha envolatado su objetividad.
La realidad de la situación macroeconómica de Estados Unidos es una que no se presenta tal como es. La gran mayoría de la población cree que las leyes económicas que aplican a otros países no aplican allá. Después de todo se trata de la mayor economía del planeta y su dólar es moneda de reserva en todas partes.
Gran equivocación. La macroeconomía de Estados Unidos se viene caracterizando desde hace décadas por unos enormes desbalances fiscales y de su sector externo que la han llevado a crecientes niveles de endeudamiento público y privado.
Trump recibió un défict fiscal cercano a 6% del PIB y un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (exportaciones de bienes y servicios menos importaciones de bienes y servicios) superior a 5% del PIB. Estos inmensos déficts o desequilibrios macroeconómicos llevan décadas y no unos pocos años.
Como resultado, las deudas son crecientes y explosivas. El endeudamiento privado actual es de 145% del PIB. A su vez, la deuda pública asciende a 121% del PIB.
Cualquier otro país con estos déficits y endeudamientos estaría pasando por el viacrucis de un programa draconiano de ajuste bajo la supervisión y vigilancia del Fondo Monetario Internacional. No así Estados Unidos que cuenta con una clase política que es tan irresponsable como la de cualquier otro país pero que adicionalmente cree que ahí no aplican las leyes económicas por ser el mas poderoso en varios aspectos.
Sin embargo, estas tendencias macroeconómicas son insostenibles a la hora de permitir un dinamismo económico consistente con las pretensiones de mantenerse como el país número uno del planeta.
Estos antecedentes son absolutamente necesarios para entender el programa económico de la administración Trump. Se trata al final de cuentas de un gran ajuste macroeconómico dirigido a cerrar las brechas fiscal y externa.
Buena parte de las políticas de la admnistración de Trump son consistentes con el objetivo de cerrar estas brechas y de convertir a Estados Unidos en un gran receptor de capitales e inversiones.
–Uso de aranceles para encarecer importaciones, estimular producciones internas y recaudar ingresos para financiar gasto público.
–Una drástica reducción del gasto público y control a los miles y miles de millones de dólares que se pierden en despilfarros y robos (cantidades enormes de dineros que nadie sabe a dónde han ido a parar). Para tal efecto se creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental con resultados sorprendentes en corto tiempo.
–Una muy amplia apertura en el sector energético eliminando trabas y obstáculos a la exploración y explotación de energías convencionales. La meta es convertir a Estados Unidos en una gran potencia energética. Que ese sector sea un gran generador de divisas e ingresos fiscales y simultáneamente provea energía barata a las actividades manufactureras y de servicios. El país posee los recursos naturales para hacer de esta meta una realidad en dos o tres años.
–Estímulos al ingreso de capitales e inversiones en reemplazo de crecientes endeudamientos. Para tal propósito, la administración Trump se ha embarcado en un muy ambicioso programa de desregulación de la economía y está en proceso de reducir a una mínima expresión e incluso eliminar el aberrante impuesto a la renta, presumiblemente para contribuyentes que ganan menos de 200.000 dólares al año.
La idea general es hacer realidad lo que llaman "el sueño americano". Reducir los desproporcionados desequilibrios fiscales y externos, hacer de la economía de Estados Unidos una mas competitiva y propiciar una atmósfera mas amigable en términos de seguridad e impuestos para el ciudadano del común. Pero volvamos al tema de los aranceles que tanto escozor le genera a los analistas desubicados.
Trump siempre ha argumentado que Estados Unidos ha sido víctima de prácticas comerciales desleales. Y lo ha sido con un país como China que no respeta la propiedad intelectual, que hace dumping generalizado en la mayoría de sus exportaciones, y que bloquea el acceso a su mercado interno con toda clase de controles administrativos.
[China, que despierta tanta admiración entre los desubicados, es por lejos el principal país contamidor del planeta (alrededor del 30% de las emisiones totales de CO2). Ahí se originó y desde ahí se propagó sin previo aviso la pandemia del Covid. China falsea las cifras de su economía, reprime a su población, suprime totalmente la libertad de expresión y dispone de un régimen laboral que prohíbe el sindicalismo. Se trata de un país que con sus prácticas comerciales desleales se ha convertido en un gran maquilador destructor de pequeñas y grandes industrias no solamente en Estados Unidos sino en otra gran cantidad de países, incluida Colombia].
Pero no es solo China la del problema. La Unión Europea también restringe las importaciones y protege sus mercados con toda clase de multas, regulaciones, trabas, y altas tributaciones. India, es otro caso: sus aranceles son de los mas altos del planeta. Y así la lista de los violadores de los principios básicos del libre comercio es interminable.
Los desubicados consideran que en el planeta existe el libre comercio y que la llamada Organización Mundial del Comercio (OMC) vigila y supervisa para garantizarlo. Pero la verdad es que el libre comercio está lejos de ser una realidad y que la OMC si que está lejos de cumplir con el rol para el cual fue creada.
Así las cosas, la posición de la administración de Trump en relación con los aranceles parece razonable desde el punto de vista de la defensa de los intereses de su país. Los aranceles tiene la ventaja que son flexibles: pueden manipularse sin necesidad de acudir al Congreso y según sean las posiciones negociadoras de las contrapartes.
Trump los puede elevar y bajar como considere necesario. Son una carta de negociación. Los desubicados creen que las recientes variaciones de los aranceles se originan en caprichos de un personaje llamado Trump. Pues no es así. Esas variaciones están supeditadas a los avances en las negociaciones comerciales.
Trump está convencido que con el uso de los aranceles como carta de negociación puede lograr unos acuerdos comerciales mas favorables para su país. No será un camino fácil, pero parecería uno mas prometedor en resultados que negociaciones anteriores. Y uno que puede servir de marco de referencia para lograr unas reglas mas transparentes y consecuentes con el libre comercio.
Como sea, el gran reto que enfrenta el gobierno de Trump no es solamente el relacionado con los flujos del comercio internacional. En últimas, su principal reto es realizar un gran ajuste en un rumbo macroeconómico que ha llevado a Estados Unidos a un alto grado de vulnerabilidad y a una elvada dependencia de países relativamente hostiles como China.
Dado que estamos hablando de la principal economía del planeta, es inevitable que este gran ajuste macroeconómico tenga toda clase de repercusiones y genere toda clase de turbulencias. Pero hay que darle un compás de espera a los resultados. Los programas de ajuste tipo Fondo Monetario Internacional, siempre y cuando no pequen de un complaciente gradualismo, están hechos para resolver situaciones crìticas en unos dos años.
El actual programa de ajuste macroeconómico de la administración Trump, por la claridad de los objetivos, por la rapidez en su implementación, y por la fortaleza intrínseca de la economía de Estados Unidos, está llamado a dar resultados significativos antes de esos dos años.