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Aumenta la escasez de dólares en el país más rico de América Latina en recursos naturales. El valor del dólar paralelo se acerca a 8 bolívares.
 
Cuando el gobierno venezolano devaluó el bolívar a comienzos de 2010, tanto Hugo Chávez como varios de sus ministros, incluido el ministro de Planificación y Finanzas Jorge Giordani (un personaje igual de payaso a Alí Rodríguez Araque), aseveró que se le daría un golpe definitivo al dólar paralelo (alias dólar permuta). Dijo que ese dólar se igualaría con uno de los dólares oficiales (alias dólar petrolero) que había sido fijado por el gobierno en 4,30.

Entre otras, Hugo Chávez salió con la misma historieta. Lo que sucedió después fue exactamente lo que siempre sucede con ese gobierno: todo le sale al revés de lo que se propone. Con la devaluación se hicieron planes para aumentar el gasto público, en lugar de implementar un programa de austeridad fiscal que es lo que se imponía en esas circunstancias. Eso resultaba impensable puesto que 2010 es un año electoral (elección de Asamblea Nacional en septiembre).
 
Por otro lado, inmediatamente después de la devaluación el gobierno anunció que alimentaría el mercado del dólar paralelo con dólares de PDVSA y subastas cambiarias por parte del Banco Central de Venezuela (BCV). Sobra decir que estas buenas intenciones se quedaron en sólo eso, intenciones.   

Y fue así como a los cuatro meses de hecha la devaluación el dólar paralelo alcanzó casi el doble de la cotización del oficial petrolero y todo apunta a que seguirá con tendencia ascendente. ¿La razón para que ello sea así? Muy sencilla: Venezuela se está quedando sin dólares.

PDVSA exporta cada vez menos petróleo, ha pignorado parte de sus exportaciones, sus gastos corrientes se han desbordado, y es dramática su iliquidez y su incapacidad para cumplir compromisos ya adquiridos tanto en el país como en el exterior. PDVSA dejó de alimentar al mercado paralelo y de entregarle al BCV sus excedentes. No hay excedentes, punto. Se estima que en estos cuatro meses al BVC le han dejado de ingresar unos US$6.000 millones que estaban programados por este concepto.

Por otro lado, las reservas internacionales del BCV están cayendo. Después de los zarpazos de Hugo Chávez para financiar el Fonden, ellas sumaban a comienzos de mayo US$27.400 millones, de las cuales casi la mitad son ilíquidas. Han caído 22% desde comienzos de 2010. El BCV no ha podido intervenir en el mercado paralelo sino con unas muy pequeñas subastas de bonos cambiarios.

Para rematar, la entrega de divisas por parte de Cadivi ha sido angustiosamente lenta, y tiene a buena parte del sector productivo al borde de una parálisis total. Se calcula que hay por los menos el equivalente a US$5.000 millones autorizados y no entregados. Y las solicitudes presentadas y no aprobadas aunque cumplen con todos los requisitos, ascienden a más de US$12.000 millones.
 
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, la inflación está disparada (más de 30% anual), la crisis eléctrica está lejos de ser superada (a pesar de que ya empezó la temporada de lluvias), y Hugo Chávez se ha convertido en un espantoso Coco que por donde pasa expropia. Las industrias básicas del acero y el aluminio colapsaron y la petroquímica no está lejos de hacerlo. Obviamente, en el manicomio que se ha convertido Venezuela, se esfumó la inversión y todo aquel que ha podido hacerlo ha sacado su dinero del país.

Dado que el gobierno de Chávez se desquicia cada vez más, no se requiere acudir a Nostradamus para pronosticar  un mayor deterioro de la situación. De hecho, con la contracción económica que se proyecta para 2010 (que podría ser el equivalente a una caída del PIB de más de 5%), se acrecentará la crisis del sector financiero y el costo fiscal que ella conlleva.

En los actuales momentos, no hay un solo signo positivo en la economía venezolana. Quien no venda de contado y quien no dolarice su dinero a como de lugar, asume un riesgo innecesario.