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Pocos dudan que Andrés Felipe Arias actuó de buena fe al crear el Agro Ingreso Seguro (AIS). Pero actuar de buena fe no exonera de los errores en la ejecución.
 
Según las estadísticas que presenta el ex ministro de Agricultura y precandidato presidencial Andrés Felipe Arias en una columna en el diario El Tiempo (8 de octubre de 2009), el AIS “ha beneficiado a 316.000 familias, de los cuales 98% corresponde a pequeños y medianos productores. Y en el caso de riego, los pequeños y medianos son el 99% y reciben el 94% de los recursos”. Después de que se ha sabido que varias familias ricas vinculadas con políticos han sido beneficiadas, sin que haya constancia de proyecto alguno realizado con esos recursos públicos, es difícil creerle a las cifras del ex ministro. Sabemos que estas cifras las presenta Arias de buena fe. Pero quienes las elaboraron y se las proporcionaron, ¿actuaron de buena fe?

El caso del ex ministro Arias refleja el problema con los subsidios que se otorgan a través del gobierno. Funcionarios públicos bien intencionados crean programas de ayuda que a la hora de implementarse son aprovechados indebidamente por los encargados de administrar los recursos. ¿Y quiénes son esos encargados? Son, por lo general, personajes corruptibles, cuyo interés no es propiamente el de la sociedad, sino el muy propio relacionado con su bolsillo. Esto sucede no sólo en Colombia, sino también, en mayor o menor grado, en todos los demás países del planeta.

Los recursos públicos tienen la desventaja de que no tienen dueño y si muchos interesados. Más si se trata de un subsidio, o sea de un regalo. Por su formación y trayectoria Arias ya debería saber que en el sector público no es suficiente la buena fe. Siempre hay que suponer que la gente alrededor actúa de mala fe. Y aún así, es difícil evitar que esos funestos personajes se salgan con la suya. Esa es la realidad de la gestión pública. Y como el mal uso de los recursos públicos no le duele a nadie en particular (por ejemplo, no hay un dueño que se quiebre si permite su mala utilización), la complacencia tiende a convertirse en norma.
 
En el caso del AIS, Arias, en su columna del diario El Tiempo, señala que “fue diseñado con paredes de cristal; es transparente o blindado de presiones políticas o electorales”. Así lo cree Arias, obviamente de buena fe. Pero creer que así es, no es suficiente. Menos en el caso de subsidios o regalos de esta naturaleza. Y menos aún cuando se trata del sector rural, donde es más difícil el control.

El hecho de que los dineros sean canalizados con la participación de un ente internacional, el IICA-OEA, tampoco garantiza nada. Al contrario, se baja la guardia porque se cree que de esta manera se aísla al programa de influencias políticas indebidas. Estos entes, por lo general, son burocráticos, manejados por funcionarios que también pueden ser corruptos, o ineficientes, o sólo interesados en presentar informes “maquillados” que los dejen bien parados con sus superiores en la jerarquía administrativa. El papel aguanta todo, dicen por ahí.

Ahora bien, el hecho de que hubo desviación de este subsidio por parte de familias ricas es un indicio de que lo mismo puede estar sucediendo con familias menos ricas. Es decir, el hecho de que el AIS llegue a agricultores pequeños y medianos no es garantía de su correcta utilización. Cuando se trata de subsidios o regalos como estos, la presunción de la mala fe por parte de los potenciales beneficiarios debe trascender nivel de ingresos o tamaños de fincas. Es más, a veces es más difícil el control de la ejecución de proyectos pequeños, que de los grandes.

Con todos los antecedentes que ya existen en Colombia y en el resto del mundo sobre programas públicos rurales fracasados (la lista es interminable), las precauciones con el AIS han debido ser mayores. Probablemente se ha debido proceder más lentamente con proyectos pilotos para corregir en el camino problemas de control que siempre son difíciles de prever al diseñar los programas. Quizás se ha debido escoger algunas zonas no tan problemáticas, antes de involucrarse con otras más problemáticas. En fin. Arias debería darse unos golpes en el pecho y ser el primero en ilustrar a la opinión pública qué falló y si realmente vale la pena continuar con un programa de esta naturaleza.

El ex ministro Arias dice que fue asaltado en su buena fe. ¡Vaya noticia! Todo aquel que trabaja en posiciones de alta responsabilidad en la gestión pública está permanentemente en peligro de ser asaltado en su buena fe. La noticia destacada hubiera sido que Arias logró evitar que esos asaltos coronaran.