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La devaluación del peso ha llevado parte significativa del ajuste por los menores ingresos provenientes de las exportaciones de petróleo, carbón y oro.
 
Y también por los menores ingresos de inversión extranjera. En total ingresarían entre US$15.000 millones y US$20.000 millones menos anualmente de lo que era antes. La economía colombiana tiene que acomodarse a una nueva situación que empezó a ser dura realidad a finales de 2014. Estos menores ingresos equivalen a un 20% de los que ingresaron en 2014 y a 5% del PIB.

Un golpe de esta magnitud y en forma tan repentina significa apretarse el cinturón en muchos frentes. Ciertamente en el frente del gasto público, ya que los fiscos se benefician con impuestos y regalías cuando los precios internacionales del petróleo, carbón y oro se encuentran en niveles altos (en bonanza como estuvieron entre 1910 y primer semestre de 2014 ). Pero también en el frente del gasto privado, que pesa mas que el gasto público.

La tasa de cambio es el precio de los precios en una economía relativamente abierta como la colombiana. La devaluación significa un empobrecimiento de todos los colombianos: Una pérdida de poder adquisitivo frente al resto del mundo. O visto de otra manera, implica mas esfuerzo productivo en pesos para ganarse un dólar u otra divisa.
 
Una devaluación nominal del peso de 50% en el último año a junio de 2015 constituye una modificación de fondo en la estructura relativa de precios. Lo importado bastante mas costoso. Lo producido localmente bastante mas barato. El país se convierte, por sus costos, en atractivo para turistas y visitantes, al tiempo que la rentabilidad de las exportaciones se ve realzada.

Hasta ahora el gobierno “se ha salido con la suya” con este ajuste cambiario, y con cierta parsimonia, se encuentra en proceso de acondicionar el volumen de gasto público a unas mas estrechas disponibilidades de recursos. La ventaja del ajuste cambiario es que es relativamente automático y rápido en su impacto. Los agentes económicos, consumidores y productores, o se adaptan a los nuevos precios relativos, o tienen el riesgo de perder. Y de todas maneras, es preferible devaluar en lugar de “quemar” reservas internacionales, actualmente en un aceptable y medio tranquilizador nivel de US$46.800 millones, en vanos intentos de evitar la caída del peso.

El ajuste actual a través de la devaluación ha sido exitoso. No ha estado acompañado de un aumento considerable en precios, aunque no se descarta que mas adelante se acrecienten las presiones inflacionarias. De hecho, a mediados del año la inflación al consumidor se situó en 4,42%, por encima de la meta rango de 2%–4%. Un fenómeno climatológico adverso a las cosechas, como lo sería El Niño, podría exacerbar estas presiones inflacionarias.

Tampoco la Junta Directiva del Banco de la República se ha dignado aumentar su tasa de interés de intervención, la que está en un heterodoxo nivel similar al de la inflación (4,5%). En estos momentos desde el punto de vista de la inflación y mas adelante desde el punto de vista de la atracción de capitales hacía Colombia, aparecen como inevitables aumentos en las tasas de interés.

Como sea, lo cierto es que por ahora las autoridades monetarias se las han arreglado para evitar trastornos en las tasas de interés. La tasa de interés del crédito ordinario se mantiene en el horizonte de 11% anual, un nivel similar al de hace un año. La del crédito de consumo anda por los lados de 17%, también sin variaciones mayores desde hace un año.

La liquidez, si bien no es la de hace uno o dos años, se ha mantenido en niveles cómodos: la variación porcentual anual tanto de los medios de pago (M1) como de la liquidez ampliada (M3) ha oscilado entre 10% y 12%.

Por otro lado, la Junta Directiva del Banco de la República ha ido bajando su pronóstico de crecimiento económico. En su informe de finales de julio redujo ese estimativo de aumento en el PIB para 2015 del 3,2% anterior a 2,8%. Este último porcentaje es, según el Banco, el valor mas probable de un rango entre 1,8% y 3,4%.

La devaluación tiene efectos recesivos en algunos sectores y expansionistas en otros. Inicialmente tienden a predominar los recesivos. Un crecimiento económico entre 2% y 3% sería un verdadero logro en medio de circunstancias tan complicadas, que no solamente afectan a Colombia sino también a buena parte de la región latinoamericana.

Sin duda el gobierno le apuesta a un reacomodo rápido de la economía colombiana a favor de una estructura productiva menos intensiva en importaciones y mas intensiva en exportaciones. Le apuesta a que en medio de este ajuste no se alteren mayormente las aguas calmas que ha logrado mantener en el frente monetario.

Difícil todo aquello, pero si se evita una recesión y una escalada inflacionaria, si se reducen aranceles y se eliman barreras parancelarias, si eventualmente se reaniman las exportaciones no tradicionales, y si crece la producción agroindustrial e industrial, Colombia podría emerger con cierto vigor del actual ciclo económico mundial caracterizado por un relativo estancamiento de las economías mas importantes del planeta.