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Con el control de cambios que tiene Venezuela, la devaluación se manifestará inicialmente a través de una creciente escasez de dólares oficiales.
 
Como se sabe, Venezuela es una economía completamente dependiente del petróleo. Más del 60% del gasto del sector público (en los diferentes niveles de gobierno) se financia con los excedentes que generan las exportaciones de petróleo. El 90% de sus exportaciones son petróleo. El gobierno de Hugo Chávez ha acentuado esta dependencia al ahuyentar y desincentivar la inversión privada en distintos frentes, como el industrial y el agropecuario. Así mismo, ha mantenido una tasa de cambio oficial sobre valorada que ha desalentado los esfuerzos de diversificación productiva.

El gobierno de Venezuela ha otorgado amplios subsidios a la población por distintas vías. Uno de ellos es la venta de gasolina a un precio ridículamente bajo. Otro es la distribución de dineros sin contraprestación alguna a través de las llamadas “misiones”. Y en sectores como el transporte público y la educación. En realidad, la lista de subsidios explícitos e implícitos es interminable.

Pero, además, ha nacionalizado varias empresas de servicios públicos cuya situación financiera no es actualmente del todo clara y ha aumentado considerablemente el empleo en un sector público caracterizado por su ineficiencia. Como si lo anterior fuera poco, ese gobierno ha regalado gasolina a otros países (incluida Colombia en la frontera), ha comprado bonos del gobierno argentino, ha subsidiado ampliamente a Cuba, y se ha embarcado en la compra de deslumbrantes, pero pesados y costosos armamentos que nunca utilizará.  

El precio base del petróleo con el cual el gobierno de Venezuela estimó su presupuesto de 2009 fue US$60 barril. Aunque no se sabe como evolucionará el precio del crudo en este año, las perspectivas actuales lo sitúan en una cifra considerablemente inferior, incluso por debajo de US$30 barril, si se tiene en cuenta el descuento al cual se vende el petróleo venezolano. En años inmediatamente anteriores, el precio del petróleo estuvo por encima del presupuestado, por lo cual el gobierno literalmente “nadó” en dólares. En otras palabras, sobraron los dólares para atender los incontrolados caprichos de gasto de Hugo Chávez.

La nueva situación que se ha presentado con la caída de los precios del petróleo, le plantea al gobierno de Venezuela unos dilemas de los cuales no podrá sustraerse. En primer lugar, parecería inevitable un recorte de gastos públicos. Sin embargo, como su modelo de gobierno es basa en la expansión ilimitada del sector público, el primero en sufrir la escasez de divisas será necesariamente el sector privado. Aumentarán las restricciones para el otorgamiento de dólares oficiales al sector privado. Un anticipo de lo que se viene fue el recorte en un 50% de lo que los venezolanos pueden gastar en el exterior con el uso de sus tarjetas de crédito.

Pero obviamente la restricción del acceso a dólares oficiales no se limitará a los cupos de unas tarjetas de crédito. En el caso del sector productivo privado, la mayor escasez de dólares oficiales se reflejará una creciente dificultad para obtenerlos para sus importaciones. El diferencial entre el dólar oficial y el no oficial se acrecentará. Una proporción creciente de empresas y personas naturales se verán forzados a acudir al mercado no oficial. En eso consiste la devaluación venezolana en esta primera etapa del ajuste a la caída del precio del petróleo: en trasladar a un creciente número de agentes económicos al mercado de un crecientemente costoso dólar no oficial. Y en generar escasez en distintas áreas de la producción y del comercio.

Y dicho sea de paso, en favorecer de manera creciente a los amigos del gobierno con el acceso cada vez más restringido pero valioso al dólar oficial.

Lo lógico en una situación como estas sería la devaluación del bolívar, pero esta es una alternativa absolutamente traumática para el gobierno, porque llevaría a un aumento de los precios de la gasolina y de artículos de primera necesidad que el país importa. Esto en momentos en que la inflación es superior al 30% anual. Sin embargo, la devaluación del bolívar sería favorable para las finanzas públicas y contribuiría a empezar a corregir las graves distorsiones que un bolívar oficial artificialmente fuerte ha producido sobre la asignación de recursos productivos.

¿Hasta dónde podrá el gobierno venezolano mantener el cañazo de un bolívar oficial artificialmente fuerte, en medio de un precio internacional declinante del petróleo? Por ahora Venezuela tiene suficientes reservas internacionales para “aguantar” por un rato. ¿Seis meses? ¿Un año? Si el precio del petróleo se mantiene durante 2009 en niveles como los actuales y si al cabo de ese tiempo no se vislumbrara una alza, entonces, el gobierno se habrá quedado sin reservas, con poco margen de maniobra y ad portas de un inevitable gran ajuste económico. Complejo asunto en el caso de un gobierno, de una economía y de una población que, como nunca antes, no está preparada para asumir el costo político y social implícito en tal ajuste.