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En el primer bimestre de 2015 el déficit de la balanza comercial fue de US$3.038 millones. Las importaciones todavía no se ajustan plenamente a la devaluación reciente del peso.
 
O tal vez la devaluación del peso no ha sido suficiente. O la demanda agregada está creciendo demasiado aceleradamente para las nuevas condiciones que se han presentado en el sector externo de la economía. Como sea, no es viable la continuación de unos déficit en la balanza comercial como el que se contabilizó durante enero-febrero de 2015.

En comparación con igual período del año anterior, las exportaciones de bienes cayeron 33,8%, al pasar de US$9.080 en 2014 a US$6.008 millones en este año. La caída de los precios del petróleo y del carbón, así como la desaceleración económica en mercados regionales, contribuyeron a esta contracción.

Sin embargo, en el caso de las importaciones de bienes solamente se presentó un leve descenso de 3,7%, al pasar de US$9.395 millones en el primer bimestre del año pasado a US$9.046 millones en 2015.

El déficit comercial en solamente los primeros dos meses de este año representó cerca de 1% del PIB. Hay que señalar que Colombia registró superávit comerciales a todo lo largo del período 2008-2013 y que en 2014 el déficit fue equivalente a 1,2% del PIB.
 
Por otro lado, el país siempre ha tenido un déficit en su balanza de servicios (exportaciones de servicios – importaciones de servicios), el que últimamente ha fluctuado alrededor de 4% del PIB.

De manera que el descuadre comercial que trae la balanza de pagos, si no se corrigiera mayormente en el resto de 2015, se traduciría en un déficit en cuenta corriente en las cercanías del 10% del PIB (déficit en la balanza comercial + déficit en la cuenta de servicios), un desequilibrio que conduciría a una crisis cambiaria y de financiamiento externo de proporciones inimaginables.

Hay que señalar que entre 2008 y 2013 Colombia contabilizó un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos por los lados de 3% del PIB, lo que se considera un nivel máximo manejable para una economía como la colombiana, en condiciones normales de financiamiento externo. Pero en 2014 ese déficit ascendió a 5,2% del PIB, que es demasiado alto especialmente cuando no se dispone con cuantiosos ingresos de inversión extranjera, como fuera mientras duró el boom en los sectores del petróleo y la minería.

Sobra decir que actualmente Colombia no dispone del margen de maniobra de años anteriores proporcionado por esos elevados ingresos de inversión extranjera. Adicionalmente, es previsible que la inversión extranjera hacía otros sectores se vea negativamente afectada por la actual incertidumbre sobre la devaluación del peso y por una reforma que colocó la tributación en niveles desalentadoramente elevados.

O sea que es inevitable un gran ajuste en el sector externo, uno de cuyos componentes es la reducción de las importaciones. La fuerte devaluación reciente del peso constituye un primer paso muy importante en esa dirección. Al elevar el costo de los bienes importados (y de los gastos de los colombianos en el exterior), mas temprano que tarde esa devaluación tendrá un impacto contraccionista. Pero además, a mas largo plazo, impulsará a las exportaciones no tradicionales (las provenientes de los sectores agropecuario y manufacturero, así como algunas de servicios).

El otro impacto contraccionista provendría de las políticas monetaria y fiscal. Habría una menor liquidez en el mercado interno acompañada de un aumento en términos reales de las tasas de interés. La Junta Directiva del Banco de la República se ha empeñado en postergar este efecto lo mas posible. Habría también una disminución del gasto público, sobre lo cual el gobierno dio un primer paso con un recorte presupuestal de aproximadamente US$2.400 millones.

En resumen, si los precios internacionales del petróleo (y del carbón) se mantienen en los niveles actuales en lo que resta de 2015 (el Brent entre US$55 y US$65 barril), y si no aumentan mayormente en 2016, el proceso de devaluación del peso y de restricción en el gasto público y privado apenas ha empezado. Por ahora, dado que este es el escenario mas probable, es de ilusos pensar que la tendencia a la devaluación del peso se revertirá en este año y aún en el próximo.

Es igualmente de ilusos pensar en un crecimiento económico como el que se tuvo en los últimos cinco años y que promedió 4,7% anual. Hay que mentalizarse y prepararse para dos o tres años de un crecimiento promedio cercano a 3% anual, lo que para las empresas implica repensar planes de negocios y abandonar zonas de confort en materia de políticas comerciales y de controles a los gastos no estrictamente necesarios.