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No necesita hacerle buena cara a países que la atacan de la manera como lo hacen Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
 
Sus gobernantes, no contentos con insultar al Presidente Álvaro Uribe cada vez que hablan, le ponen toda clase de trabas ilegales a las exportaciones colombianas y hasta amenazan con expropiar sus empresas. Valga decir que con Nicaragua no hay comercio ni mayores intereses económicos. Lo único que hay es una disputa de límites marítimos con la isla de San Andrés y Providencia. Esa disputa se está dirimiendo en la Corte Internacional de La Haya, tal como debe ser. Sin embargo, aunque Colombia no se mete en los asuntos internos de Nicaragua, su Presidente Daniel Ortega no hace sino hablar mal de Colombia.  

Luego está el caso del Presidente de Bolivia Evo Morales que se atrevió a tildar al Presidente Uribe de “traidor” por negociar la utilización de bases aéreas colombianas por parte de militares de Estados Unidos. Posteriormente afirmó que le impondría a las exportaciones colombianas los mismos aranceles que ya le aplicó Ecuador. Sobra decir que el gobierno de Colombia nunca ha amenazado a estos o cualquier otro país de la región con emplear retaliaciones comerciales ante disputas de carácter político o ideológico. Ni tampoco ha tildado de tal por cual a sus gobernantes. ¿A título de qué el señor Morales le hace semejante acusación a Uribe? ¿Quién le dio la autoridad para erigirse en juez?

Con Ecuador el caso es todavía más llamativo. Durante años miembros del gobierno de este país acogieron a las FARC, negociaron con ella y aceptaron dineros a cambio de protección. El señor alias Raúl Reyes operaba desde un pedazo de territorio ecuatoriano. Iba y volvía, al igual que otros miembros de esa organización terrorista y simpatizantes de todo el Continente. Las solicitudes de colaboración de Colombia al gobierno ecuatoriano eran conocidas por las FARC de manera inmediata. Se puede argumentar que Ecuador había cedido la soberanía de pedazo de su territorio a una organización terrorista, la cual desde ese santuario planeaba y ejecutaba sus actividades criminales. Lo que hizo Colombia al atacar el campamento donde estaba Raúl Reyes fue simplemente entrar a un territorio sin soberanía. Y rescatar la soberanía de ese territorio, no para Colombia, sino para Ecuador.

El Presidente de Ecuador Rafael Correa no cesa en insultar al Presidente de Colombia cada vez que puede. Y de manera unilateral y abiertamente ilegal, violando lo firmado por su país en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y en la Organización Mundial de Comercio (OMC), le impuso aranceles a los productos que le exporta Colombia. Y ha creado un ambiente peligrosamente hostil para los colombianos que por alguna circunstancia de la vida se encuentran en ese país, al punto de que algunos de ellos han perdido sus vidas en linchamientos públicos.

Con Venezuela la situación es todavía más compleja. Buena parte del problema se deriva de las intenciones de su Presidente Hugo Chávez por exportar su anacrónica y retardataria Revolución Bolivariana. Se ha encontrado con que los colombianos simplemente no le jalan a su revolución. Respaldan, en su gran mayoría, al Presidente Uribe y a su política de seguridad democrática, que le devolvió al país sosiego y una relativa paz. El gobierno de Colombia ni ha insultado a Chávez, ni ha amenazado a Venezuela con tropas en la frontera, ni ha acogido a venezolanos que están levantados en armas contra el gobierno de ese país. Ni tampoco ha impuesto toda clase de trabas artificiales al comercio bilateral, ni ha hablado de nacionalizar las empresas venezolanas radicadas en territorio colombiano.

Pero del señor Chávez cualquier cosa se puede esperar. Un día sonríe, al día siguiente vocifera e insulta. En Colombia hay quienes piden “prudencia”, “diplomacia”, “indiferencia ante los insultos”, y cosas por ese estilo. Y efectivamente, el gobierno colombiano ha sido prudente en sus respuestas. No hay una sola constancia de un insulto de carácter personal del Presidente Uribe a los Presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Estos personajes, que se han propuesto hacerle daño a Colombia por donde puedan hacerlo, ahora último les ha dado por cuestionar el uso de bases colombianas por parte de militares de Estados Unidos. Su grito al cielo fue acogido por el Presidente Luiz Inácio Lula da Siva de Brasil y Michelle Bachelet de Chile. Y de manera inaudita, parece que también por parte de España, un país que ha acogido en su territorio bases de Estados Unidos (¡y qué bases!).

No solamente estos mandatarios están metiéndose en temas que no son de su incumbencia, sino que no han analizado a profundidad el alcance del acuerdo que se ha propuesto con Estados Unidos. En primer lugar, no debe olvidarse que ese país tiene bases militares en más de 60 naciones soberanas del planeta. Pero es más, en Colombia, las bases no serán de Estados Unidos como lo fue la de Manta en Ecuador, sino que serán bases colombianas. En virtud del acuerdo, Estados Unidos tendrá autorización de usar más intensamente bases que no son suyas. De hecho, hay otros países soberanos en donde Estados Unidos no tiene bases, pero sí autorización de uso.

La utilización de bases colombianas por parte de Estados Unidos será para fines de interés exclusivo de los colombianos. En especial, para la lucha contra el narcotráfico. Quienes no han vivido la lucha de los colombianos contra el narcotráfico, no tienen una adecuada percepción del peligro que representa ese flagelo. Lo toman a la ligera. Sin embargo, a Colombia le costó miles de vidas, la destrucción de sus instituciones de justicia, una corrupción sin límites en la política y la difusión de un sistema de valores catastrófico para el buen funcionamiento de una sociedad. Pero es mucho pedirle a los extranjeros que no han padecido en carne propia el problema, que lo comprendan en toda su dimensión.

Sin embargo, para aproximarse al tema de los daños que le hizo el narcotráfico a Colombia, no hay que mirar muy lejos. Los extranjeros pueden referirse al caso actual de México. Lo que ese país está sufriendo lo vivió Colombia, pero no solamente durante unos pocos años, sino durante la década de los ochenta, de los noventa y parte de la actual. Así las cosas, es bienvenido por la mayoría de los colombianos todo lo que se pueda hacer para evitar que el país retorne a lo que fue durante un largo y oscuro período de su historia. En ese sentido, la ayuda de Estados Unidos es sencillamente imprescindible y vital.

¿Acaso esa colaboración la pueden brindar Brasil, Chile o España? Si no lo pueden hacer, entonces, que digan qué es lo que proponen. La utilización de bases colombianas por parte de la fuerza aérea de Estados Unidos en nada los perjudica, ni constituye amenaza alguna para ellos. Como tampoco es amenaza para los países vecinos. En la muy remota posibilidad de que llegare a presentarse una guerra entre Estados Unidos y Venezuela o Estados Unidos y Ecuador, no sería a través de la utilización de esas bases. Estados Unidos invadió a Irak sin pasar por la vecina Turquía donde tiene bases y ejércitos. Si hubiere una invasión norteamericana, no lo sería a través de Colombia, donde la población se opondría a semejante ex abrupto.

No hay que perder de vista que a diferencia de lo que hacen los gobiernos de Ecuador y Venezuela permanentemente, en Colombia nunca su gobierno ha usado la burda arma de invocar el nacionalismo contra los vecinos. No hay ambiente para hacerlo, ni se conseguirían dividendos electorales por hacerlo. Pero si continúa la agresión por parte de los gobernantes vecinos llegará el momento en que esa se convertiría en carta atractiva en el debate político. ¿Será eso lo que buscan los Presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua?