Muchos colombianos están enfrascados en discusiones sobre la Colombia del posconflicto, cuando lo que está en evidencia es un agudizamiento de las acciones terroristas de las Farc.
A unos días del inicio del segundo mandato de Juan Manuel Santos, las Farc han intensificado su acción destructiva contra oleoductos, torres de energías, puentes, y hasta acueductos. En los departamentos de Putumayo, Arauca, Nariño, Cauca, Norte de Santander, y en muchas zonas rurales de otros departamentos, las Farc son nuevamente las mandamases.
A medida que avanza el proceso de paz, las Farc lucen cada vez mas arrogantes y prepotentes. Hasta han dicho que Santos debe ser juzgado por las operaciones militares que dieron de baja hace unos años a uno de sus jefes, alias Alfonso Cano. No reconocen que sus innumerables y atroces crímenes hayan dejado víctimas.
Pero mientras arrecia la guerra, muchos se desparraman en cháchara sobre la Colombia del posconflicto. El gobierno de Santos y sus funcionarios elaboran presupuestos y planes que llaman “de la paz”. El recién posesionado Congreso se auto denomina “el de la paz”. Se leen y se ven en los medios de comunicación toda clase de opiniones sobre la Colombia sin guerra, como si ello fuera realidad. Encopetados economistas se devanan los sesos en estimativos sobre el crecimiento económico adicional que se obtendría después de firmado el acuerdo.
De qué diablos hablan estos políticos, funcionarios y comentaristas, cuando todas las evidencias apuntan a que lo que se está dando es un retorno a la guerra, a esa que se vivió antes del gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que se creía ya superada. ¿Por qué ensillan antes que lleguen las bestias?
Santos es el gran promotor de la fantasía en la que están muchos colombianos en relación con “la paz”. Hizo de las negociaciones de La Habana el principal tema de su campaña de reelección. Le dijo al país que con él, “la paz” estaba a la vuelta de la esquina y que si elegían a su principal contendor se frustraría este esfuerzo. Transformó un tema complejo como este, un tema que demanda reserva y prudencia, en el trompo de poner de una campaña electoral. Lo convirtió en un tema en el que predominan los entusiasmos fáciles y los optimismos desbordados.
Santos, sus funcionarios y los políticos y comentaristas que lo respaldan deberían dejar de hablar sobre la Colombia del posconflicto. Esa Colombia ni existe actualmente ni se ve próxima. Después de mas de dos años de negociaciones con las Farc, después de las promesas de la campaña reeleccionista, sobran las palabras y lo único que vale son los hechos.
A medida que avanza el proceso de paz, las Farc lucen cada vez mas arrogantes y prepotentes. Hasta han dicho que Santos debe ser juzgado por las operaciones militares que dieron de baja hace unos años a uno de sus jefes, alias Alfonso Cano. No reconocen que sus innumerables y atroces crímenes hayan dejado víctimas.
Pero mientras arrecia la guerra, muchos se desparraman en cháchara sobre la Colombia del posconflicto. El gobierno de Santos y sus funcionarios elaboran presupuestos y planes que llaman “de la paz”. El recién posesionado Congreso se auto denomina “el de la paz”. Se leen y se ven en los medios de comunicación toda clase de opiniones sobre la Colombia sin guerra, como si ello fuera realidad. Encopetados economistas se devanan los sesos en estimativos sobre el crecimiento económico adicional que se obtendría después de firmado el acuerdo.
De qué diablos hablan estos políticos, funcionarios y comentaristas, cuando todas las evidencias apuntan a que lo que se está dando es un retorno a la guerra, a esa que se vivió antes del gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que se creía ya superada. ¿Por qué ensillan antes que lleguen las bestias?
Santos es el gran promotor de la fantasía en la que están muchos colombianos en relación con “la paz”. Hizo de las negociaciones de La Habana el principal tema de su campaña de reelección. Le dijo al país que con él, “la paz” estaba a la vuelta de la esquina y que si elegían a su principal contendor se frustraría este esfuerzo. Transformó un tema complejo como este, un tema que demanda reserva y prudencia, en el trompo de poner de una campaña electoral. Lo convirtió en un tema en el que predominan los entusiasmos fáciles y los optimismos desbordados.
Santos, sus funcionarios y los políticos y comentaristas que lo respaldan deberían dejar de hablar sobre la Colombia del posconflicto. Esa Colombia ni existe actualmente ni se ve próxima. Después de mas de dos años de negociaciones con las Farc, después de las promesas de la campaña reeleccionista, sobran las palabras y lo único que vale son los hechos.