Las negociaciones de La Habana entraron en crisis con el asesinato de 11 militares (y mas de 20 heridos) tras una emboscada en el Cauca por parte de las Farc.

 

Demasiado tiempo, demasiada palabrería, demasiado protagonismo, y demasiados callejones jurídicos y políticos sin salida. Una madeja cada vez mas difícil de desenredar. En eso se ha convertido el actual proceso de paz con las Farc.

La culpa es ante todo del gobierno. Se ha dedicado a politiquear con el tema. A extraerle dividendos políticos antes de tiempo.  

Fue imperdonable que Juan Manuel Santos abusara de la forma como lo hizo con el tema de la paz en la pasada campaña electoral. No era cierto, como lo dijo repetidamente en la campaña de su reelección, que la firma del acuerdo era una realidad inminente. Tan no lo era que hay serias dudas que en su segundo mandato logre concluirlo.  

Ha sido imperdonable que el gobierno de Santos y quienes lo rodean supediten toda la conversación política alrededor de un tema que está lejos de convertirse en realidad. Hablan como si Colombia estuviera próxima a vivir un “posconflicto”, sin que se hayan dado los primeros pasos en firme para ensillar la bestia.

Ese infinito protagonismo alrededor del tema por parte de los políticos y de los cabecillas de las Farc, así como de una multitud de expertos nacionales e internacionales, todos ellos pagados con el bolsillo de los colombianos, ciertamente ha entorpecido el buen desarrollo de las negociaciones.

Las Farc, que ya han transitado el mismo puente varias veces, saben que el tiempo está con ellos y no con el gobierno. En esta ocasión, después de estar derrotadas militarmente, han logrado elevar su status negociador, al punto que ahora lo hacen de igual a igual con el gobierno.  

Se viene a la cabeza solo una pregunta en relación con este proceso, y que quizás sirva para que muchos se pellizquen: ¿Cuáles son los sacrificios o concesiones concretas que han hecho las Farc en lo que va corrido de las negociaciones? La respuesta es ninguna en especial.

A lo que habría entonces qué preguntarse, ¿cuáles son los beneficios que hasta ahora ha obtenido esta organización terrorista? Entre otros, reconocimiento internacional, desactivación de las operaciones militares en su contra y respiro para reorganizarse, control de extensas zonas rurales donde extorsiona y narco trafica a su antojo, y ambientación de las tesis que a sus cabecillas hay que perdonarles sus innumerables crímenes de lesa humanidad, sin dejación de armas, y sin siquiera tener que compensar con su inmensa fortuna mal habida a sus víctimas.

Fue incomprensible, por ejemplo, la decisión de Juan Manuel Santos de suspender las operaciones aéreas contra las Farc días antes de la emboscada del Cauca. Los soldados emboscados nunca tuvieron acceso a protección aérea, no obstante que se trataba de una zona cocalera repleta de guerrilleros. Todo esto es indicio del relajamiento y la desmoralización en las que están sumidas actualmente las Fuerzas Militares de Colombia.

Con las negociaciones de La Habana las Farc han recuperado lo que habían perdido en el campo de batalla. Con base solo en verborrea, sus cabecillas y sus apoyos en la sociedad civil, han logrado enredar a Santos en una forma realmente inexplicable. Concesiones por parte del gobierno a cambio de promesas huecas de eventualmente dejar de delinquir.  

Al final de cuentas, nada concreto después de tres años de negociaciones que lleve a pensar que las Farc están dispuestas a cerrar por voluntad propia una de las mas lucrativas empresas criminales que hay en el planeta.