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La alta devaluación del peso colombiano en los últimos tres meses se ha traducido en un cambio en los precios relativos que altera las rentabilidades en los distintos sectores de la economía.
 
Lo primero que hay que decir es que una devaluación del peso frente al dólar del orden de 40% como la que se ha dado en los últimos tres meses en Colombia, sin que la inflación y los salarios aumenten mayormente, representa un gran ajuste macroeconómico.

El gobierno y el Banco de la República se han salido con la suya en relación con el ajuste cambiario que inevitablemente trajo consigo el desplome del precio internacional del petróleo (y del carbón) y el fortalecimiento del dólar frente a otras monedas fuertes. Para una devaluación “exitosa” se requiere que no sea anticipada y que sus efectos no se transmitan sobre los costos de producción de origen nacional. Bajo estos dos sencillos estándares, la actual ha sido, al menos hasta ahora, una devaluación muy exitosa.

Esta devaluación, y la que todavía falta por darse, es el primer paso del gran ajuste que trae consigo los recientes desarrollos adversos en el sector externo de la economía colombiana. Un segundo paso, uno que todavía el gobierno no ha emprendido del todo, tiene que ver con el recorte del gasto público para compensar por los menores ingresos (regalías e impuestos de distinta índole) que se recibirán de actividades como la petrolera y minera.

Pero volviendo al tema de la devaluación, tanto empresas como hogares sentirán su impacto en bolsillos y rentabilidades. En el caso de hogares, un peso devaluado significa menos viajes al exterior y un mas reducido poder adquisitivo para hacerse a automóviles, electrodomésticos, computadores, licores y en general, artículos importados de toda clase.

El turismo interno podría beneficiarse ante el mayor costo de los viajes al exterior. Mas colombianos optarían por viajes al interior del país en lugar de los mas onerosos que se ofrecen en otros destinos. Pero además, los turistas extranjeros encontrarán que Colombia se ha convertido en un lugar mucho mas barato que hace apenas unos meses.

El sector agropecuario es otro de los que tiende a beneficiarse con una devaluación como la actual. En el mercado interno, sus productos se abaratarán frente a los importados. Y aquellos de exportación, como el café, la floricultura y el banano, verán acrecentadas significativamente sus ventajas comparativas en los mercados internacionales. Se estimulará el surgimiento de exportaciones agropecuarias de diversa índole.

En general, con la devaluación se benefician todas aquellas actividades que compiten con lo extranjero, ya sea en el mercado interno o en los externos, y que incorporan un alto grado de valor agregado nacional en sus procesos productivos. Como se sabe, en el sector agropecuario el componente de valor agregado nacional es especialmente elevado, si se lo compara, por ejemplo, con el de la gran mayoría de las actividades manufactureras.

En cuanto a estas últimas hay que tener en cuenta que algunas utilizan en gran proporción insumos y materias primas importadas. Ahora tendrán un mayor incentivo para utilizar las de origen nacional. Por otro lado, todo lo relacionado con maquinaria y equipo, que en su mayor parte no se produce en Colombia, experimentará un acentuado encarecimiento.

De todas maneras, la devaluación favorece en términos relativos a las actividades manufactureras intensivas en mano de obra. Encarece el contrabando. Y eleva la rentabilidad de las exportaciones. Subsectores como el de procesamiento de alimentos, confecciones, calzado, plásticos y algunos del sector metal mecánico, podrían verse favorecidos.

Iguales argumentos aplican en relación con el sector de servicios. Por ejemplo, los call center u otros, especialmente los orientados hacia el exterior, podrían recibir un interesante impulso adicional. La mano de obra calificada colombiana se abaratará en relación con su contraparte extranjera.

Pero en el otro lado de la balanza está el tema de la pérdida de poder adquisitivo de los colombianos frente al resto del mundo. En otras palabras, todo lo de origen colombiano vale ahora menos. O puesto de otra forma, los colombianos tendrán que trabajar o esforzarse mas para conseguir los mismos dólares de antes.

La devaluación representa un empobrecimiento de todos los colombianos. Tómese el caso de la finca raíz. Casi de un solo golpe, con la devaluación que se ha dado, los bienes raíces sufrieron un descenso de 40% en sus valores en dólares. Un inversionista radicado en el extranjero que invirtió unos dólares antes de la devaluación en la compra de un apartamento en una ciudad colombiana percibió una reducción en el valor de sus activos de esa magnitud. Podrá intentar recomponer su situación manteniendo el valor en dólares del apartamento, pero no lo logrará si su mercado objetivo, ya sea de arrendamiento o de venta, son colombianos que devengan en pesos.

La pérdida en el poder adquisitivo de hogares y empresas frente al resto del mundo se reflejará irremediablemente en un menor dinamismo de la demanda interna. Pero el tema no se detiene aquí. Mientras subsistan expectativas de devaluación, mientras haya expectativas de caídas adicionales en los precios internacionales del petróleo y de otros productos básicos, se contraerá la inversión extranjera y el ingreso de capitales externos en todas las áreas.

Ningún inversionista extranjero arriesgará el valor de su capital transformándolo en pesos a una tasa de cambio que al poco tiempo se desvalorizará aún mas. Lo que mas le conviene es ver hasta donde se abaratará el peso y traer los dólares en el momento en el que su valor se estabilice en un piso. Así también, el endeudamiento externo se encarecerá y empezará a ser mucho mas rentable expatriar capitales que invertirlos en el país, por lo menos hasta que pase la tormenta cambiaria.

El problema es que el sector externo colombiano está desbalanceado y el proceso de la realineación de los patrones de consumo e inversión para generar un mayor equilibrio en la balanza de pagos toma su tiempo. Mientras tanto la volatilidad en la tasa de cambio será la regla en lugar de la excepción y con ella reinará la incertidumbre para inversionistas tanto nacionales como extranjeros.

Se trata entonces de un entorno económico mas complejo que el de los años anteriores, con un sector externo deficitario en lugar de expansivo. Varias de las actividades que antes jalonaron el crecimiento económico serán las que se retraerán en este año y probablemente en el próximo, como en el caso de los hidrocarburos, el carbón, la minería (afectados por una abrupta caída en los precios internacionales), y eventualmente la edificación urbana (que se resentirá por la incertidumbre en materia cambiaria).

No se incluye en esta categoría al sector de las obras civiles, por los proyectos ya en marcha y por el decidido apoyo que el gobierno nacional ha resuelto otorgarle. Existen los recursos financieros para llevar a buen término la mayor parte de los grandes proyectos viales y de infraestructura ya programados.

A su vez, el sector del transporte y de actividades relacionadas, como son las relacionadas con la logística, enfrentará las consecuencias de la pérdida de dinamismo de las importaciones y del sector petrolero y minero, así como del mayor valor de los activos fijos requeridos para su funcionamiento.
 
Para complementar este análisis con una proyección detallada de las principales variables macroeconómicas adquiera el informe “Colombia: Proyecciones económicas 2015–2019” (versión marzo de 2015) haciendo click en: